¿Qué es la historia de la salvación? - Entendiendo el amor de Cristo

El amor de Dios se manifiesta de miles de formas en el día a día. Uno de esos modos es por medio de su palabra divina. En la biblia, conjunto de libros que narran la historia de la salvación, encontraremos respuesta a tantos misterios de la fe.
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Si eres creyente en Cristo Jesús, entonces entiendes que el camino que lleva hacia la santidad es un trabajo de todos los días. Dios, desde que creó al hombre, a su imagen y semejanza, ha puesto de manifiesto sus actos de redención y salvación. Por lo tanto, si quieres entender y conocer a fondo este proceso que comienza con la liberación hasta el momento en que nos convertimos en un hijo de Dios. Te invitamos a que lo analices desde la perspectiva cristiana.
¿Cómo empieza la historia de la salvación?
La biblia es la biblioteca canónica que nos da a conocer la palabra de Dios. Escrita por los hombres con inspiración divina, refleja la historia desde su creación con el libro del Génesis. Y se extiende hasta los últimos tiempos narrados por el apóstol San Juan.
Todas las religiones existentes se rigen por sus designios. Desde los católicos romanos, hasta el protestantismo y los judíos. La historia del pueblo israelita es el inicio de cómo Dios manifiesta su amor hacia sus hijos. Además, narra las calamidades o dificultades que sufrieron, por fruto de la desobediencia o alejamiento con su creador.
La historia sobre el designio de la salvación comienza con la creación del universo y del ser humano por amor. Desde el inicio, Dios creó al hombre y a la mujer para que fuesen sus hijos. Tal lo relata el primer libro de la biblia, Génesis 1,31:
‘Dios vio que todo cuanto había hecho era muy bueno’.
Así como también se expresa líneas más adelante del mismo relato:
‘El Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en sus fosas nasales el aliento de vida, y el hombre se convirtió en un ser vivo’. (Génesis 2:7).
Desde el principio, Dios nos creó para vivir felices a su lado y gozar de la paz eterna. No obstante, con nuestros primeros antepasados Adán y Eva, se perdió ese paraíso y esa cercanía con Dios. Cuando abusaron de su libertad, se mancharon con el pecado original. A pesar de esto, Yahvé, en su infinito amor, decide salvar a la humanidad de su propia condenación. A partir de aquí empieza una serie de cientos de actos que nos llevan a la salvación por medio de su hijo Jesucristo, conocido por los creyentes como el Mesías que venía a redimir los pecados.
Jesús, centro de la historia de la salvación
El hijo de Dios ha existido desde el principio de los tiempos. Pero, llegado el momento, se encarnó en el seno de una mujer para dar a conocer a sus padres. Así los exclama el apóstol San Juan en su evangelio 1,14
“Y el Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad’.
A pesar de la actual evolución del mundo, y el número de interrogantes que surgen cada día, la palabra divina no nos deja sin respuestas. Sobre todo en la actualidad que vivimos tiempos de crisis, es válido hacer preguntas como ¿Qué significa decir que Cristo es el centro de toda la historia humana? Creyendo que el mal es más brutal, por lo que muestra un declive en el progreso cultural.
Por tal razón, estos no son problemas nuevos. Al contrario, esto es algo que la gente ha advertido a lo largo del tiempo cuando el mal, el dolor y el sufrimiento están vigentes. Estas preguntas se relacionan con el significado de los eventos históricos.
A pesar de que la historia de la salvación comienza con la creación del hombre y su rebeldía. Esta culmina de manera triunfante con la persona de Cristo, quien a través de su sacrificio logró vencer a la muerte. Así lo expone el evangelista Lucas 2, 11
‘El ángel anuncia a los pastores: os ha nacido hoy un salvador.'
Nos dio su vida humana para regalarnos la vida eterna y gozar para siempre de la cercanía de Yahvé. Siendo este el propósito de la salvación, alcanzar a ser hijos de Dios por la fe y disfrutar junto a Él el reino de los cielos. Este misterio de Cristo se puede explicar en tres niveles:
- Cristo es eterno, verbo encarnado, substancial al Padre y de su misma naturaleza. Por lo que Jesús ha existido desde siempre y desde antes de la creación del universo.
- Intervino en la creación como Verbo, Sabiduría 11,21 ‘tú hiciste todas las cosas con medida, número y peso’.
- Cristo se manifiesta como redentor por la encarnación. De este modo lo conocemos de forma vivificante y mediador ante su Padre. Tal lo expone la Carta a Timoteo, ‘uno solo es el mediador de Dios y de los hombres, el hombre Cristo Jesús’ (1 Tim 2, 5).
Esta mediación desde la creación como en el orden redentor son razón suficiente para entender por qué Cristo es el centro de la historia. Pues es la fuerza propulsora que llevó hasta ella, y lo sigue haciendo en los tiempos actuales. Ya que, nuestro redentor es el mismo Verbo que intervino en la creación. ¿Y no explica la historia el reencuentro del hijo extraviado a la casa de su padre? Por lo tanto, entender a Jesucristo como el centro de la misma es lo más lógico.
Puesto que, no está solo en el principio o el final, si no que trasciende en toda ella. En cada una de sus etapas, Cristo se hace presente. Así como exclama en Juan 14, 5-6
“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida…”
Es mediador al habitar entre nosotros, y de este modo podamos alcanzar al Padre.
Tal como lo relata el texto de Apocalipsis 21:6-7
“También me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y el Omega, el principio y el fin. Al que tiene sed, yo le daré gratuitamente la fuente del agua de la vida. El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo”.
Para referirse a los últimos tiempos, cuando tenga lugar el juicio final.
¿Qué nos enseña la historia de la salvación?
Cielo y tierra pasarán, pero la palabra de Dios persevera hasta el fin de los tiempos. De este modo, por miles de generaciones ha quedado en evidencia que Yahvé siempre triunfará. Esto es lo que enseña la historia de la salvación. A pesar de las circunstancias humanas, Dios siempre saldrá victorioso. Y la señal para esa alegría y el signo más significativo es la cruz.
Porque Cristo, gracias a esta, logró vencer a la muerte y rescato a todas las personas de la condenación eterna. Es la victoria final sobre el pecado, aun cuando se pensaba que había sido derrotado y humillado. Pues a lo largo de toda la vida del mesías queda reflejado que las promesas hechas desde el antiguo testamento son cumplidas.
Es el cumplimiento de las seis alianzas lo que nos deja de enseñanza la historia de la salvación. Y para ello, era necesario que él muriera en la cruz. Pero esta promesa no quedó reducida a solo su pueblo, sino que la recibía todo aquel que creyera en él. Esta alianza la podemos renovar en la actualidad por la eucaristía.
‘El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él’ Juan 6,56. La iglesia católica celebra este rito en cada misa que se festeja.
¿Qué es la historia de la salvación en otras religiones?
Para los cristianos, la salvación viene dada por Jesucristo. Esto incluye religiones como el catolicismo y protestantismo. No obstante, otras vertientes como los judíos o musulmanes difieren en cuanto a la historia de la misma. Para el judaísmo, la salvación vino dada por la liberación del pueblo de Israel. Ya que, a su vez, no bastaba con solo tener fe, sino además contar con actos y sacrificios. En tiempos del antiguo testamento, la historia de la salvación se basaba mucho en el cumplimiento de normas. Tanto en la Torá como en la biblia judío-cristiana, estas normativas quedan expuestas en el pentateuco.
Etapas de la historia de la salvación
La biblia revela la historia que culmina con la salvación de todas las almas. Este conjunto de acontecimientos se desarrollaron en diferentes tiempos y espacios. La llegada de Cristo al mundo marcó un antes y un después en esta historia. De tal modo, encontramos las promesas establecidas en el antiguo testamento. Y, por otro lado, el cumplimiento de la misma y la creación de una nueva alianza en el nuevo testamento.
Durante esta primera etapa, los israelitas de esa época consideraban la historia de la salvación, fue desde los patriarcas hasta el dominio de la tierra protegida. Y de este modo es posible establecer 6 momentos o alianzas claves para la historia de la salvación.
Estas seis edades del mundo cristiano corresponden a dichas alianzas entre Dios y el hombre. Donde es posible apreciar también la genealogía de nuestro señor Jesucristo. Y, pues parte desde Adán, Noé, Abraham, Moisés, David, y por último (la actual) la llegada de Jesús. Siendo esta última el tiempo de Cristo y la iglesia. También se habla de una séptima alianza, que corresponde al descanso eterno (descrito en el libro del apocalipsis).
Dios comienza por escoger a un pueblo
Esta primera edad empieza con la creación en 6 días, siendo Adán y Eva nuestros antepasados. Y termina con los patriarcas. Durante esta etapa se nos presenta a un Dios creador lleno de amor. Que le ha concedido soplo de vida al ser humano para que viva en comunión con él teniendo vida eterna. No obstante, en la desobediencia del hombre se rompe esta primera alianza, rechazando de este modo el plan de Dios y siendo desterrados del Edén.
A pesar de esto, nuestro Padre no los abandona y anuncia la llegada de un salvador. Luego, con Noé, un hombre fiel a Dios dentro de un mundo corrompido, se establece una nueva alianza. Gracias a su obediencia pudo construir un arca que lo salvó a él y el resto de su familia del gran diluvio. Dios selló su promesa de no volver a acabar el mundo de esta manera con un arcoíris.
Nótese que, lo que el hombre destruye, Cristo lo restaura. Si bien, Adán sucumbió a la tentación del demonio, Jesús se mantuvo firme. En lo que el humano fue infiel, el Hijo se muestra obediente hasta el final. Además, a diferencia del antiguo testamento, las aguas del bautismo son para nueva vida y de salvación, en contraste con las del diluvio.
Un pueblo que se libera y se forma
Dios inicia su pueblo, conocido como Israel, empieza con la fe de un hombre llamado Abraham. Quien, gracias a su obediencia, es capaz de renunciar a su propio hijo Isaac con tal de servir a su Señor. Por esta razón Dios le promete tierras en abundancia, una descendencia más grande que las estrellas y bendiciones. Así se ilustra en Génesis 17,15-16:
Entonces Dios dijo a Abraham: A Sarai, tu mujer, no la llamarás Sarai, sino que Sara será su nombre. La bendeciré, y de cierto te daré un hijo por medio de ella. La bendeciré y será madre de naciones. Reyes de pueblos vendrán de ella’.
Luego, todas estas promesas se renuevan de nuevo con Isaac, el hijo de Abraham, y con Jacob, el hijo de Isaac. Con este último lo hace por medio de un sueño que tuvo donde cambiará su nombre por el de Israel, como se señala en Génesis 32, 29:
'Ya no te llamarás Jacob. Tu nombre será Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido'.
Si bien Dios detuvo al patriarca Abraham para que no sacrificara a su hijo y en vez de eso dispuso un cordero, no detiene el sacrificio de Jesucristo para el perdón de los pecados del mundo entero.
Un pueblo que vive bajo la alianza
Jacob tuvo 12 hijos, que representan en la historia de la salvación las doce tribus de Israel. José, vendido por sus hermanos y esclavizado por un tiempo, se estableció en Egipto. Años después, logró reunirse de nuevo con su familia. No obstante, con su muerte y el pasar de los años, el número de israelitas iba en ascenso. Esto asustó a los Egipcios, que pensaron que en cualquier momento los iban a confrontar por el poder. Por tal razón los esclavizaron en esa tierra. Ellos, que profesaban la fe de Abraham, clamaban a Dios su dolor y Él prometió liberarlos.
Con Moisés llega la salida de los israelitas de Egipto, además de su llegada a la tierra prometida. Además, el Padre establece su alianza con la Pascua, ocurrida una noche antes de su liberación. Esta queda sellada por la sangre del cordero, y luego con Jesús esta promesa se renueva, al hacer su sacrificio. Por medio de la salida del pueblo de Egipto. Y de su paso a través del desierto por 40 años y la alianza en el Sinaí, Israel proclama a Yahvé como su único Dios. Todo esto se narra en el libro del Éxodo.
Para los judíos, la pascua significaba también alimentarse del cordero. Y de la misma manera, Jesús nos invita a comer de su cuerpo y de su sangre a través de la eucaristía. De este modo renovamos de modo constante esta nueva alianza que perdura hasta el fin de los tiempos.
Un pueblo bajo la esperanza de la nueva alianza
Con la muerte de Moisés, Dios coloca al profeta Josué como líder de su pueblo. Luego de la conquista de la tierra prometida (narrado en el libro de Jueces), él se encarga de distribuirla en las 12 tribus. A partir de aquí, el gobierno de su pueblo viene dado por los jueces.
Ellos fueron personas elegidas por Dios que atendían a sus necesidades y problemas. Varias fueron las conquistas de este gran patriarca. Entre ellas, Jericó y Hai. No obstante, luego de su muerte, el pueblo de Israel se iba distanciando de Dios. Al traer su ira, permitió que fueran oprimidos por sus enemigos. Pero a pesar de esto, también estableció varios jueces que lograron librar al pueblo.
Una vez instaurados en Palestina, surgieron los primeros reyes que los gobernarían de la misma manera como se hacía en otras naciones. Estos serían los representantes de Dios en la tierra. Quienes se encargaron de recordar la autoridad divina que proviene del Padre. Durante este periodo, se instaura la Monarquía y se unge al primer Rey siendo Saúl, y luego, precedido por David y Salomón. Estas personas representaban la figura del Mesías, que era anunciada por los profetas desde el principio de la historia de la salvación.
Tal lo anuncia el libro de Samuel, donde Dios realiza una alianza con el rey David:
‘Desde el día en que nombré gobernantes sobre mi pueblo Israel. Y a ti te daré descanso de todos tus enemigos. Pero ahora el Señor te hace saber que será él quien te construya una casa. Cuando tu vida llegue a su fin y vayas a descansar entre tus antepasados, yo pondré en el trono a uno de tus propios descendientes, y afirmaré su reino. Será él quien construya una casa en mi honor, y yo afirmaré su trono real para siempre. Yo seré su padre, y él será mi hijo. Así que, cuando haga lo malo, lo castigaré con varas y azotes, como lo haría un padre. 2 Samuel 7, 11-14.
Es en esta promesa, que se anuncia que, el mesías será descendiente de David.
A pesar de esto, los reyes que le precedieron rompe esta alianza y se olvidan de Yahvé. Por lo tanto, el pueblo se divide en dos naciones. Una gran cantidad de israelitas son exiliados a Babilonia, la mayoría pertenecientes a la tribu de Judá. Y es entonces que pasan a conocerse como Judíos. Durante esta etapa, el signo de alianza de Dios fue por medio de los profetas, encargados de transmitir el mensaje de esperanza.
Aun cuando el destierro y la destrucción de Jerusalén fueron ocasión de desánimo, los creyentes se aferraron bajo la esperanza de una nueva alianza. Lo cual queda en evidencia en los libros de Job, Tobías, Esther, Rut y Jonás. Durante esta época, nos damos cuenta de que, a pesar de existir el castigo del destierro, esta no es la última palabra de Dios. Por el contrario, es un llamado a la esperanza y al tiempo de purificación. A pesar de que, durante el exilio se rompió esta alianza hecha por sus antepasados. Nace la esperanza de una nueva y el pueblo profundiza en el significado de su historia.
Un pueblo bajo la nueva alianza
Los eventos de las etapas anteriores y cada una de las alianzas establecidas en el antiguo testamento convergen con la llegada del Mesías. Juan 1,14:
‘Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros. Y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre., lleno de gracia y de verdad’.
Por lo que, solo por él, se cumplen todas esas promesas. Siendo el verbo encarnado, llegó al mundo para darnos su presencia. A través de sus obras, signos y milagros unió todas las naciones. Al preparar su venida, la antigua alianza daría paso a una nueva y perpetua.
Cuando llegó al mundo, tomó condición humana y se hizo uno como nosotros, semejante en todo menos en el pecado. Se despoja de toda gloria divina para convertirse en nuestro siervo. De este modo viene a proclamar el reino de Dios e instaurar su presencia.
Pero, el signo más grande de esto es la eucaristía. Siendo el símbolo de la alianza eterna y perpetua, Lucas 22, 19-20:
‘Entonces tomó el pan, y habiendo dado gracias, lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. Asimismo, tomó también la copa, después que hubo cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo convenio en mi sangre, que por vosotros se derrama.’
La iglesia fundada por Cristo está abierta a todos los hombres. Mateo 16, 18-19:
‘Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.’
Estando cimentada por la fe de Pedro junto con el resto de los apóstoles.
La historia de la salvación continúa en la iglesia
Con la pasión, muerte y resurrección del Mesías queda instaurada la nueva alianza. Pero esto no termina aquí. Aunque su sangre fue el sello, como miembros de la iglesia, debemos pertenecer a la misma. A través de la eucaristía renovamos esa promesa y nuestro compromiso de vivir como parte de ella.
Esto significa que al recibir el cuerpo y la sangre de Cristo, también nosotros nos entregamos a él. Cada año, la iglesia católica conmemora el sacrificio hecho por Jesús con las festividades de Semana Santa. Nunca debemos olvidar que él es el centro y eje para nuestra fe, y que solo seremos salvos al aceptarlo en nuestra vida.
Juan 14,16-17: ‘Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocierais, también a mi Padre conocierais; y desde ahora le conocéis y le habéis visto.’
Por lo que, nadie puede alcanzar su salvación por mérito propio. Si no por aquel, que dio su vida por sus amigos. Siendo este el mayor acto de amor conocido.